miércoles, 24 de agosto de 2011

LULLY Y LA CORTE DE LUIS XIV, DE CUANDO EL EXCESO SIRVE AL ARTE, Y A OTRAS ELEVADAS COTAS.


Hablar de Jean Baptiste Lully Florencia noviembre de 1632, París, 22 de marzo de 1687 , supone adentrarse en un terreno originalmente peligroso.

Alejados de cualquier interpretación o prejuicio, y atendiendo en cualquier caso a tan sólo las aportaciones directamente teóricas que hacen efecto a su más que demostrada capacitación no ya sólo como compositor sino también como ejecutante instrumental, Lully se manifiesta como una eminencia en la mayoría de los campos que toca, incluido en este caso el de las dificultosas “relaciones diplomáticas” que podrían darse en una Corte llena de delaciones, traiciones, y manifestaciones varias.

Lully constituye en si mismo un magnífico ejemplo de lo que diferencia el concepto del Arte en la mayoría de sus acepciones; del resto de características casi exigibles a cualquier género propio de la historia. A saber, el largo periodo en lo que se refiere a años que se hacen necesarios para que ocurra cualquier cosa que modifique las acepciones existentes.

Así, si tomamos en consideración que apenas ha transcurrido un siglo desde que Palestrina ha revolucionado la música con la Polifonía, hablamos con propiedad si tachamos como de hecho igualmente revolucionario la sucesión de aportaciones que Lully lleva a cabo para la música, con la diferencia de que el tiempo empleado para ello es de apenas un siglo.

Tanto su nacimiento en Italia, como su pronto traslado a Francia antes de haber cumplido los catorce años, parecen obrar en pos de que el joven Jean Baptite Lully (Giovanni) en la pila bautismal, acceda rápidamente a las mejores fuentes de la música, de su historia, y de lo mejor de la teoría del momento, lo que hará conforme a las instrucciones de sus superiores, cumpliendo igualmente por su cuenta con formación en otras áreas, como por ejemplo la retórica y la diplomacia, a las que se dedicará más en privado.

Con apenas veinte años entra en la Corte de Luis XIV, donde rápidamente destacará entre otras cosas por su innata capacidad para interpretar los más alocados deseos del monarca, los cuales a menudo eran verdaderamente complicados de satisfacer. Así, pronto supera su condición original de violinista, para lanzarse con fuerza a la condición de compositor, entre otros de ballet, algunos de los cuales fueron estrenados por el propio monarca actuando en el papel principal.

Sin embargo, su gran logro estriba en las ingentes aportaciones que hizo al incipiente mundo de la ópera. Así es como con él la misma abandona para siempre el estilo seco que hasta el momento le era propio, para pasar a unos incipientes movimientos de renovación en la interpretación que nos permiten decir que la ópera propiamente dicha nación con Llully. El abandono del recitativo seco, y su sustitución por el armonioso con acompañamiento de bajo continuo, así lo acreditan.

Coordinado todo esto, incluyendo las dotes de diplomacia ya aludidas, y sazonado todo con el apoyo del Rey Sol, no es difícil de entender que Lully se hiciera rápidamente con el control a todos los efectos de la música del XVII francés.

Entonces, ¿Dónde reside el motivo del abandono actual de su música? Pues precisamente de este hecho. Tal fue el hastío que llegó a demostrar hacia sus coetáneos, que estos, una vez desaparecido Luis XIV, y al no poder borrar del mapa al monarca, decidieron que sería más fácil hacer desaparecer a aquellos que le sirvieron con algún prestigio, y Lully, qué duda cabe, se encontraba entre estos últimos.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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